ENTRE MONJAS Y COLIFLORES
La cosa estaba que ardía en ese pequeño piso de la Calle Oliva de Plasencia, no 24, 4-A, sin ascensor. Sí, lo de "sin ascensor", va incluido en la dirección de ese Madrileño barrio de San Ignacio de Loyola porque lo digo yo; que como resultado de ayudar a mi madre durante dos años, a subir cargada de bolsas de compra esas escaleras
, tengo los brazos mas largos de lo normal. Pero no quiero hablar de mis largos brazos, quiero contar lo que pasaba en nuestro piso allá por 1972, cuando mamá echaba chispas porque a mi hermana, María del Carmen Aragón Bernal, con tan solo 14 años, la habían expulsado las monjas del colegio por... fresca.
Y es que a ella simplemente se le hacía imposible ser respetuosa con las monjas. Bueno, tampoco es que lo fuera mucho con su propia madre. Pero a estas pobres mujeres cristianas la verdad es que las traía mártir, y ellas no podían hacer como mamá… tirarle un zapato a la cabeza cuando salía con unas de sus contestaciones. Es más, yo creo que antes de entrar a clase Sor María rezaba fervorosamente, solo por no perder los estribos, y terminar tirándole el crucifijo del aula a la cabeza, a esa niña, mejor conocida como "la rubia contestona".
No. Nunca entendí lo de mi hermana, Maricarmen, y su poco interés en las cosas del Señor. Cuando mamá decía de ir a Misa, se ponía mala. Le entraba dolor de cabeza... dolor de tripa... vamos, que algo le dolía. Entraba a regañadientes al templo y más tarde terminaba por desmayarse. Era un show. Aun así mamá la arrastraba a misa, e intentaba ignorarla. Por lo menos cuando estaba desmayada no contestaba. Además, podía aprovechar y echarle un poco de agua bendita por encima. Y yo de igual forma disfrutaba de un momento de paz, sin que mi hermana se metiera conmigo, y así poder rezar tranquilamente.
Creo que el simple hecho de que alguien le dijese lo que estaba bien o mal la agobiaba. Si la hubiesen dejado hubiese sido hippy. Era una autentica rebelde. Aunque creo que la mayor parte era debido a que echaba de menos a nuestro padre. El cual estaba en aquel tiempo muy lejos. En la tierra del tango y el chimichurri. Argentina. Yo, en cambio, siempre estuve más apegada a mi madre, y no sentía ese vacío. Eso creo. Además, a mi me gustaba ir al colegio de monjas, porque yo era un cielo de niña, y hasta me gustaba leer la Biblia…
La cuestión es que las monjas se cansaron. La enviaron al despacho de la madre superiora…. Y ahí acabo todo. Lo próximo que recuerdo es estar en el despacho de la Madre Teresa, que no tenía nada que ver con la de Calcuta, claro está, porque quizás hubiese tenido más santa paciencia con la contestona de mi hermana. En fin, ahí estábamos frente a ella. Maricarmen sentada a la izquierda de mama y yo a su derecha, mientras ella exponía con el seño fruncido un rosario de fechorías cometidas por Maricarmen.
Mi hermana aburrida de oír las quejas de Madre Teresa, miraba al vacio con cara de borrego degollado. Yo me reía por dentro. La verdad, me recordó a esas cabezas de cordero colgadas de un gran gancho en la "Casquería Oscar", donde mamá compraba el hígado que insistía en que comiésemos una vez en semana, porque era bueno para nosotras.
Pero lo mejor fue la caminata a casa. Mamá me tenía cogida de la mano, íbamos a paso rápido y en silencio por la acera. De repente mamá para en seco, mira a Maricarmen, le clava sus pupilas en las suyas, y le dice con enfado mientras apretaba mi mano mas y mas sin darse cuenta, "Pero como se te ocurrió decirle a la Madre superiora, ‘¡¡YO NO TE LLAMO MADRE, POR QUE MADRE HAY SOLO UNA, Y LA MIA SE LLAMA CARMEN!!' En que estabas pensando? No sé... pero algo tendrás que estudiar... ¡YA VEREMOS!". Gracias a Dios me soltó la estrujada mano y pude respirar. Hubo silencio el resto del camino, excepto por el jadeo producido por las tres al subir esos cuatro pisos, y el sonido del portazo de la puerta 4-A.
Maricarmen se fue a su habitación, mamá a la cocina, y yo me puse a jugar con mi Nancy montañera. O era Nancy Alpina? No sé, ni me importa ya. Era mi Nancy. Un ratito después, el inconfundible olor a coliflor cociéndose empezó a llenar el piso. Mi hermana salió de su habitación y se quejo. Lo que faltaba... que se quejara a mamá por hacer coliflor otra vez. UY! Pensaba yo, esto se va a poner bueno, y pretendía jugar con mi Nancy mientras agudizaba mis oídos...
Mi madre, dejo el mortero en la encimera, estiró bien los brazos contra la misma, y con cara de "ya me tienes hasta la coronilla" le contesto, "Mira Maricarmen, tu queridísimo padre no ha mandado dinero este mes tampoco. Y esta semana te tengo que llevar al dentista para que te terminen de arreglar esa boca que está tardando más que la obra del Escorial. Es más, para pagar al Dr. Mañez, tengo que vender otra pulsera de oro... ASI QUE COMERAS COLIFLOR y no te quejarás... Además, es blandita y te viene bien para la boca. Ahora vete a tu cuarto a freír espárragos!!"
Pensé, ¡Ah, otra vez a su habitación! Supongo que ahora por un buen rato, ¡Qué bueno! Pero a los diez minutos salió de su habitación con una sonrisita traviesa dibujada en su cara, un cuaderno abierto entre las manos, y dijo, "¡Mamá!".
A lo cual mi madre respondió con la paciencia ya colmada, -¿Pero es que no entiendes que se supone que estés en tu cuarto?-
- ¡Pero Mamá! - Exclamó Maricarmen entusiasmada,- ¡Ya lo tengo! Creo que seré poeta y me hare rica, y comeremos filetes de ternera en vez de tanta coliflor…-
-¡Maricarmen, por favor!- Prorrumpió nuestra madre, esta vez levantando el tono de voz, mientras torneaba los ojos y alzaba las manos hacia el cielo como pidiendo clemencia… Era la estampa de la exasperación personificada.
- Tu solo escúchame. Que ya verás- soltó con su frescura habitual. Seguidamente, aclaró la voz, hizo un ademán cursi con la mano, y con voz de poeta leyó de su cuaderno:
Come coliflor y veras
Que un dolor te dará...
No será por su olor
No será por su sabor...
Si no, porque de esta flor
Un amor nacerá...
Cuando terminó se echó a reír descaradamente. Mamá y yo nos quedamos a cuadros, y no precisamente por su talento. Pero esta vez, antes de que mamá se descalzara y le tirase una de sus zapatillas a la cabeza, se fue ella sola a freír espárragos a su habitación.
Eso es... hasta que mamá la llamó para comer coliflor.